jueves, 22 de mayo de 2014

Tiempo de Glorias

Mayo desgrana sus días dejando cada vez más alejados los recuerdos de una Semana Santa memorable. Pero cada cosa a su momento: ahora es “tiempo de glorias”. ¿Glorias...? Sí, hombre, esas cofradías letíficas, que rinden culto a algún santo o imagen mariana y que, por lo tanto, carecen de carácter penitencial (aunque es cierto que el término “glorias” es un neologismo sevillano en nuestro léxico zaragozano). De acuerdo, pero… ¿es que eso existe en Zaragoza? Más bien, existió. A mediados del siglo XVIII existían doscientas en nuestra ciudad, muchas de las cuales celebraban procesiones a lo largo del calendario zaragozano, organizadas con cariño por sus cofrades, devotos y vecinos. Qué pena: casi todas han desaparecido, arrastradas por una voraz modernidad que, como siempre ocurre en Zaragoza, no ha sabido conjugar lo mejor del pasado con los avances del presente. Pobre ciudad sin identidad, que se devora continuamente a sí misma junto con su historia, su patrimonio y sus tradiciones...

Zaragoza ya no volverá a ver tantas procesiones documentadas en la Edad Moderna, como la de la Virgen del Milagro, que cada quince de agosto partía del extinto convento de Santo Domingo, la de la Virgen de la Correa (cuya imagen todavía se conserva, casi de casualidad, en la iglesia de las Mónicas), que tenía lugar por las calles de su barrio de la Magdalena cada cuarto domingo de septiembre, o la de la Inmaculada, que partía del desaparecido Colegio de las Vírgenes. Tampoco Nuestra Señora de Zaragoza la Vieja sale ya de su altar de la iglesia de San Miguel, ni San Roque recorre las callejuelas y plazoletas de su Arrabal… ni otras tantas imágenes que fueron epicentro de pujantes hermandades cruzan ya el umbral de sus respectivos templos. Todas estas procesiones dibujaban una religiosidad entrañable que se ha diluido con la ciudad antigua, con sus calles estrechas diseñadas para una vida más humana y con la identidad y personalidad de los barrios y parroquias del centro histórico, que en definitiva sustentaban tales devociones.

La mayoría de las escasas hermandades y cofradías de gloria que quedan en nuestra ciudad, muchas de extraordinaria antigüedad, languidecen en nuestros días y se enfrentan a un futuro bastante incierto y hacia una segura desaparición a corto plazo, si no surge de alguna parte un impulso que las levante de su postración. Su recuperación debe pasar, en primer lugar, por una toma de conciencia de su propia identidad, evitando convertirse en un sucedáneo de las cofradías de Semana Santa que les haría perder su espíritu y autenticidad. Pero en fin, seamos optimistas: de momento todavía podemos disfrutar de las procesiones de San Gregorio, San Lamberto y de las Vírgenes de la Paz y la Asunción, arropadas por el cariño de sus respectivos barrios, de San Roque en San Pablo y Delicias, de San Antonio en el barrio de Jesús o de las romerías de las Vírgenes de Cogullada, El Portillo y El Rocío… entre otros, sin contar con la importancia que adquiere en Zaragoza todo lo relacionado con la Virgen del Pilar. Así, pese a los malos augurios, pensemos que todavía estamos a tiempo de salvar una parte irrecuperable de la historia de nuestra ciudad. ¡Feliz tiempo de glorias!

por Antonio Olmo Gracia

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